De cara a las próximas elecciones y la veda electoral que comienza esta noche, decidí escribir estas líneas a manera de un ejercicio de reflexión, pues lo mío no son los temas políticos. Sin embargo, las votaciones que viviremos tienen un singular distintivo: el hartazgo social. Este fenómeno está generando que el pueblo manifieste públicamente su rechazo a la actual gobernanza y busque renovadas alternativas de gobernabilidad, las cuales implican, al menos, estabilidad económica y social, disminución de la inseguridad, oportunidades de trabajo y salarios dignos, alto a la corrupción voraz que ha mermado a nuestro país y, en general, una mejora en la calidad de vida de los mexicanos. Nada fuera de lo posible con sensibilidad política y capacidad de respuesta para cualquier candidato.
Lo anteriormente expuesto ayuda a comprender por qué estas elecciones federales serán determinantes para canalizar dicho fastidio generalizado a fin de que no termine en estallido social. Por eso, las principales encuestadoras diagnostican el 62.5% de la preferencia electoral para Andrés Manuel López Obrador; 14.0% para Ricardo Anaya; 15.2 para José Antonio Meade y 6.0% para Jaime Rodríguez “El Bronco”. Si bien, las encuestas no son pronósticos, sí han demostrado ser eficaces termómetros de la intención del voto. Ya se verá el 1º de julio. Y, por si fuera poco, se estima que, en el Congreso de la Unión, también tendrá mayoría la coalición de Morena/Partido del Trabajo/Encuentro Social.
En el caso de Veracruz, el contexto es distinto: la pugna por la gubernatura está, prácticamente, entre las coaliciones del PAN y MORENA, en tanto, la mayoría de diputados locales que conformarán la LXIV Legislatura estará repartida, al parecer, entre esos mismos partidos políticos.
Ante este escenario, con los cierres de campaña, el indeseable abstencionismo en ciernes y 2.4% de indecisos, sólo nos resta meditar nuestro voto, analizar las propuestas más viables para el bienestar social, salir a votar -porque, en una elección, nada está dicho y nadie es ganador absoluto hasta que obtenga su constancia de mayoría-, y evitar las confrontaciones con quienes convivimos cotidianamente. La polarización tampoco nos conviene, y no vale la pena perder amigos o enfadarnos con la familia por motivos políticos. Como decía Voltaire: “No estaré de acuerdo con tus ideas, pero defenderé tu sagrado derecho a expresarlas”.
Nuestra nación está por encima de cualquier crispación social. Está en nuestras manos y altitud de miras expresarnos libremente y de manera civilizada, para hacerle saber a nuestros mandatarios (quienes reciben un mandato del pueblo y no al revés) el rumbo que queremos para México. Y es responsabilidad crucial de las autoridades respetar ese mandato ante la percepción colectiva de la posibilidad de un fraude electoral.