Es una lamentable verdad, pero a pocos importa que se haya anunciado una nueva reforma a la Educación Media Superior, el bachillerato. Tal vez porque la experiencia enseña que sigue vigente aquel añejo principio: cambia todo para que todo siga igual.
Si bien es cierto que la información oficial ha sido a cuentagotas, como no queriendo que se sepa mucho, lo impropio es que se haya anunciado en estas circunstancias: apenas a un año de la supuesta reforma anterior (que sirvió para nada) y a unas horas del inicio del nuevo ciclo escolar.
No hay mucho material disponible para el análisis, en cambio se ha desatado una avalancha de aplausos diciendo que esto es lo mejor que ha podido suceder al país, específicamente a los alumnos de bachillerato, y que «es la transformación más profunda de la Educación Media Superior en el último medio siglo» (¿?). Parece demasiado pronto y estrambótico echar cohetes para festejar que, ahora sí, por fin, se ha descubierto la vara mágica y todo se hará realidad, porque esta reforma cojea y contiene muchos elementos que ya estaban en práctica, aunque ahora se les adorne con otros nombres y apellidos.
Se dice que se unificarán todos los bachilleratos con la idea de establecer un mapa curricular común (idea que viene desde 1987), metiendo en el mismo costal todas las variedades (generales, Cbetis, Cbetas, Conalep, CCH, Colegios de Bachilleres y otras especies) «para terminar con la falsa idea (¿de quién?) de que hay preparatorias o bachillerato de primera o de segunda» y, «con el fin de preparar estudiantes de escuelas públicas “libres, creativos y solidarios”». ¡Vaya, vaya!
Tampoco es gran descubrimiento que se incluya algo de filosofía, cuando esta indispensable materia tenía mucha más presencia en planes anteriores, digamos con precisión, desde la fundación del bachillerato en el país, y que últimamente había sido mutilada o erradicada impunemente, causando graves daños.
Entre las autoalabanzas que se prodigan está denostar la «reforma» de hace un año y afirmar que las cacareadas Progresiones, como se llamaba a los contenidos de los programas, son «elementos confusos» y que ahora es un gran avance retomar los programas por asignaturas. Esto revela ignorancia supina de la historia de la educación media superior del país. Asimismo, dicen como una gran novedad que «Lo prioritario es hacer lo necesario para garantizar su logro por parte de los estudiantes», y se insiste en que los alumnos deben adquirir habilidades (o competencias, aunque esta palabra cause prurito a muchos), lo cual es una afirmación de Perogrullo. También indican que «Por ello, se decidió retomar la denominación “propósitos formativos” como coordenadas o guías en el diseño de la planeación didáctica. Con esa consideración, en el presente ajuste, los propósitos formativos son las finalidades educativas donde se describen los aprendizajes por alcanzar con los estudiantes». Si no padecemos amnesia, podemos recordar los programas elaborados por Objetivos, que es la misma burra con distinto aparejo. Asimismo, se propone que todos los programas de estudio sean «documentos de trabajo» y que tengan la misma estructura y haya un solo documento por cada asignatura. Todo esto se encuentra en todos los planes de estudio anteriores hasta que mentes obtusas los hubieron mutilado o pisoteado y ahora se presentan como el gran descubrimiento.
Quienes hicimos canas en las escuelas de bachillerato sabemos que desde hace un buen rimero de años (1987), se introdujo en los bachilleratos generales la Capacitación para el trabajo y la necesidad de vincular los estudios de este nivel con el aparato productivo del país. Si bien los resultados de esta inserción no fueron lo que se esperaba, eso no puede servir para ignorar su presencia en la historia de ese grado de estudios. Que se revivan y actualicen los programas de esa área dadas las actuales y futuras necesidades del mundo productivo y tecnológico es razonable, pero no sirve para negar su preexistencia, hasta que, cómo otros aspectos más, mentes iluminadas echaron por tierra. Además, habrá que ver cómo se enfrenta la carencia de maestros debidamente capacitados para impartir las carreras técnicas «del futuro» como Electromovilidad, Inteligencia Artificial, Nanotecnología, Semiconductores, Urbanismo Sostenible y Ciberseguridad.
Y, para abreviar, seguramente los docentes festejarán que ahora se establezca «Simplificar el conjunto de documentos dirigidos a las comunidades docentes», y se entienda, por fin, que todo ese mundo de papeles y formatos solo sirvieron para burocratizar el trabajo docente, robar el tiempo que podía dedicarse a un mejor desempeño y llenar los botes de basura.
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