*La belleza no hace feliz al que la posee, sino a quien puede amarla y adorarla. Camelot.
Qué puede ocurrir para que una actriz que es bella lo niegue. No lo sé. Marilyn solo era bella, y no tan buena actriz, aunque el mundo se siga rindiendo a sus pies y le produzca filmes donde ella cuente sus penas, que a veces las lanzaba al viento, como se ve en la cinta ‘Mi semana con Marilyn’, un claro homenaje a esa rubia que murió en plena edad joven, a sus 36 años, cuando su leyenda comenzó a brillar por todos los países. Es común ver subastas donde venden todo de ella, desde los chones hasta los vestidos que usó, pañoletas, zapatillas y quizá el perfume que le dejaron los hermanos Kennedy impregnado a su piel. Ella nunca lo negó. Quería ser bella y símbolo sexual y lo sigue siendo, pese a que hace 60 años dejó de existir. Era bella y ahora dicen que buena actriz, pero eso, su belleza, le perdonó todo lo otro y sirvió para inmortalizarse entre las mujeres que aún perviven como mitos. Hay otra que sigue sus pasos, Scarlett Johansson, solo que a ella no le gusta que le digan que es un símbolo bello sexual. Musa del cineasta Woody Allen, que la lleva un día sí y otro también a filmar película tras película, la estadounidense danesa grita a los cuatro vientos que nones, que ella lo que quiere es actuar y ser reconocida por su talento, que la belleza, como el huamachito cuando no florece, pasa y se acaba algún día. Unas fotos suyas totalmente desnuda, hackeadas por un pillín cibernético que está tras las rejas, hacen ver su belleza en toda esplendidez. No soy bella, grita la Scarlett como si fuera jueza de programa de concurso televisivo, sin embargo, todas ellas algún día se han retratado y posado como lo hizo la Marilyn, la eterna Monroe.
LOS PUEBLOS PEQUEÑOS
Existen sobre la faz de la tierra, pueblos pequeños que se defienden a sí mismos. ¿Qué es una ciudad sino su gente?, llegó a preguntarse William Shakespeare. Pueblos pequeños han montado barreras para defenderse, ya no de murallas contra los enemigos invasores que les atacaban, esquemas de protección. Alguna vez anduve por Calafate, la tierra del expresidente argentino Kirchner. Fui a maravillarme a la Patagonia del glaciar Perito Moreno, algo fuera de este mundo, donde la mano de Dios se nota y se siente. En el fin del mundo, como le llaman. En Calafate se pernocta para por la mañana ir a la tour de los glaciares. Es un pueblo pequeño, hermoso, de casitas pequeñas, parecería que la habitan los gnomos o los duendes, techos de dos aguas, casas de madera, pueblo donde no existen franquicias de nada, de ninguna de esas americanas mundiales que se conocen. Ni cafés Starbucks ni Taco Bell. Nada. Alejados de esas tentaciones, viven con lo suyo, sus restaurantes y su comida propia. Hace un frio del carajo, pero se soporta bien abrigado. En invierno cierran unos meses y dejan guardias de hotel y restaurante para el turismo de hielo. Por la tarde-noche ir a sus restaurantes donde se come el Cordero patagónico, el mejor del mundo. Toqué el tema de la defensa de los pueblos, porque en Loma Linda, una población americana de 21 mil almas, dominada por la Iglesia Adventista del Séptimo Día, han votado para que no llegue una McDonald’s a ese pueblo. Presumen que les va a fastidiar su estómago, pobladores que viven 90 y 100 años de forma saludable y han recibido el premio de ‘zona azul’, otorgado por la revista National Geographic. Sin embargo, los rusos extrañan las hamburguesas, porque se fueron las franquicias de Moscú cuando empezaron a invadir Ucrania y se quedaron haciendo las hamburguesas locales rusas y el otro día no tenían papas, porque no es lo mesmo, diría un cuenqueño, disparar armas que hacer hamburguesas.
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