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Poderoso adoctrinamiento

Como sabes, amigo lector, siempre escribo sobre las experiencias que la vida me presenta.  Llevo una vida tratando de entender el comportamiento del mexicano común y corriente. He abrevado de distintos niveles de sabiduría, desde el Laberinto de la Soledad de Octavio Paz, pasando por una enorme cantidad de estudios sociológicos, hasta el extremo de tratar de extraer la sabiduría que Eduardo del Río escondió en sus famosos Supermachos y luego en los Agachados de Rius. 

Hasta el día de hoy, no he logrado entender un ápice la manera de pensar de la mayoría de la población.  Dudas surgen gracias a las redes sociales y el internet, porque me encuentro con personas que son inteligentes, y a la vez renuncian a ver la realidad, se aferran a conceptos que la misma realidad ha demostrado que son equivocados, o peor aún, asimilan nuevos conceptos que la ingeniería social y la propaganda política les insuflan en sus criterios. (Insuflar: Verbo transitivo. Infundir a alguien algo inmaterial, como un sentimiento o una idea).

Durante doce años lo escuché de la derecha panista y sus simpatizantes.   Casi toda mi vida lo escuché de la propaganda príista y sus agremiados.  Llevo más de 24 años escuchando y viviendo los efectos de la propaganda de la ideología de AMLO y sus corifeos en el poder.   En todos los casos me he preguntado la razón por la cual, el mexicano ha renunciado a aplicar su criterio y en cambio, defender ideas absurdas.

Pongo algunos ejemplos: 

No sé si la mayoría de la población no entiende las funciones de gobierno, o si no tienen el mínimo conocimiento de teoría política, pero es una realidad que muchos mexicanos consideran que es una obligación del gobierno dar dinero o beneficios sociales a cambio de nada.   Personas que jamás pagaron formalmente sus impuestos, hoy se sienten merecedoras de beneficios, por los cuáles jamás cooperaron.  Sus patrones de la economía informal, que en muchas ocasiones ni el salario mínimo les pagaban, hoy reclaman beneficios para sus trabajadores y para ellos mismos, cuando no cooperaron para el gasto público. 

Se escudan con las falacias gubernamentales imbuidas en sus cerebros, como la de ¨El petróleo es nuestro¨, o ¨las empresas públicas como CFE, son nuestras¨.  Sin razonar ni un segundo, que cuando el petróleo trajo beneficios, fue cuando generaba utilidades, y lo que no fue desviado a bolsillos de funcionarios, sirvió para construir el México moderno.  Pero hoy, el petróleo sigue siendo de la nación, y los mexicanos creen que PEMEX es el petróleo.  Es decir, confunden una empresa llena de corrupción, que nos cuesta miles de millones de pesos cada sexenio es el petróleo, y esos mexicanos son felices cuando se ocupan esos miles de millones de pesos en tirarlos –literalmente- a la basura en Pemex, en lugar de darles un mejor uso para beneficio de los propios mexicanos.  Que alguien me explique ese criterio tan tonto.

CFE es una empresa ineficiente. Durante el sexenio de AMLO canceló infinidad de proyectos de producción de electricidad de particulares, por no invertir un centavo en líneas de transmisión de electricidad.  Líneas de transmisión que nos son necesarias para aprovechar el nearshoring. Sin electricidad, que la pueden producir privados, y sin líneas de transmisión adicionales, que son un monopolio de CFE, estamos perdiendo una oportunidad de oro para el país. Y a pesar de ello, millones de mexicanos son felices con los miles de millones de pesos que otorgamos a CFE cada sexenio para subsidiar sus ineficiencias, y así como lo hacemos en PEMEX, pagar pensiones de millonarios a sus trabajadores jubilados. 

El mexicano tampoco entiende dos gramos de economía. O se hace tonto al respecto.  Los leo atacando las privatizaciones de sexenios anteriores, que son dignas de ser criticadas por la corrupción en la que fueron llevadas a cabo, pero no en función de la privatización en sí misma.  No alcanzo a entender la mentalidad del mexicano que defiende que el gobierno posea empresas, cuando en todos los casos sin excepción, sabemos que son ineficientes, que generalmente pierden dinero, pérdidas que pagamos todos los mexicanos, y además son fuente de saqueo por parte de los funcionarios públicos.     Al mexicano le molesta que el gobierno tenga menos pérdidas, y menos ocasiones de corromperse, prefiere lo contrario. 

Defender a los regímenes de Cuba, Venezuela, Corea del Norte, Rusia, Nicaragua, etc., cuando nuestro principal socio comercial es Estados Unidos, es un absurdo.  Doble absurdo cuando vemos a las poblaciones de esos países empobrecidas, y viviendo bajo la bota de la dictadura.  Y sin embargo, el mexicano defiende a esos países y sus gobiernos.    Entiendo la antipatía que puede generar nuestro vecino del norte, pero eso no justifica negarse a ver la realidad de esos países dónde el pueblo sufre a extremos inimaginables.

Lo peor es cuando escucho hablar de soberanía energética, cuando México requiere importar petróleo, gasolina y gas natural. De soberanía alimentaria, cuando México es importador de maíz amarillo y de infinidad de productos alimenticios en los que no somos autosuficientes.  O peor aún, envolverse en la bandera nacional, y afirmar que estamos listos para pelear con Trump, cuando la industria nacional, la comida nacional y la energía nacional dependen de Estados Unidos.  La hormiga envalentonada en su ignorancia se atreve a retar al elefante.   ¡Ridículo!    Hay maneras diplomáticas de manejar los conflictos, pero jamás con un enfrentamiento directo. 

México es mágico, porque los mexicanos no viven en el mundo real, sino en un mundo imaginario en el cuál son héroes, tienen más valores que ninguna otra nación, y su país es el ombligo del mundo.  Vivimos en un mundo mágico, quizá conocedores de una realidad que no podemos cambiar. Por ello es menos doloroso vivir en un mundo imaginario, aunque eso nos cause mayor daño día con día.

@jmcmex                                                                                                      elbaldondecobian@gmail.com

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