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POR SIEMPRE, JOSÉ JOSÉ

Qué triste fue decirte adiós en una época compleja y desapegada del amor romántico en la que el noviazgo, el matrimonio y las relaciones de parejas perdurables, entendidas como una categoría cultural, sucumben en la nave del olvido. Pido un aplauso para un grande de la música que fue todo y sin medida, tan humano como todos y con un legado que difícilmente se volverá amnesia. Mil gracias por tanto y tanto amor.

En Veracruz, ya eres parte de nuestra historia en la que te vamos a echar de menos. Sobre todo en Córdoba, donde visitabas a tu amigo Raúl Ortiz Sarmiento “El Chumo” y recorrían los centros nocturnos de la ciudad, alegrando esas memorables veladas de bohemia. En ese entonces, sólo eras José Sosa. Sería hasta 1969, con la grabación de tu primer álbum “Cuidado” en que cambiarías tu nombre artístico a José José, por convicción personal y, según dicen, porque te lo sugirió tu amiga Olga Guillot. Córdoba tuvo un monarca musical, pero no lo sabía, porque ese distintivo te lo dieron en 1976 con la canción “El príncipe” de Manolo Marroquín, quien después te compondría “Siempre serás un príncipe”, en 2018.

Pero ese reinado no se hizo solo. Fue producto de un arduo trabajo que despegó desde aquel 15 de marzo de 1970 con tu participación en el Segundo Festival de la Canción Latina, con el tema “El triste”, de Roberto Cantoral. México conocería un cantante con una sorprendente calidad interpretativa, irrepetible, de clase mundial. De ahí vendrían más de 50 discos entre álbumes de estudio, recopilaciones y sound tracks, hasta que fuiste perdiendo, paulatinamente, tu inigualable voz, lo que te motivó a declamar, en tus últimas presentaciones, el melancólico “Poema al cantante”, escrito por Carlos Cea y Díaz, quien fuera tu maestro de canto.

Si bien la trayectoria de un artista no se debe vincular con su vida personal, es tanta la relación de tus vivencias amorosas con tus canciones que resulta imposible no hacerlo. Fuiste así llevándote esas experiencias del altar a la tumba, mientras tu biografía se convertía en canciones de amar y querer.

Pasaste, en 55 años, de la época de las grandes orquestas que acompañaban a las celebridades de la balada a la actual crisis del medio musical; del auge de la televisión a los vídeos en YouTube, y de los elepés a los CD´s y, luego, a las descargas en iTunes y Spotify.

¿Volcán apagado? Lo dudo. Y menos en estos tiempos de reggaeton, trape y banda. De hecho, para algunos, estás destinado a ser el último cantante romántico del México contemporáneo. Habrá que darle tiempo al tiempo.

Lo que quedó de ti, en lo corpóreo, fueron cenizas repartidas entre Miami y México. Polvo enamorado. Eso no más. Así de fácil hicieron de tu muerte una lamentable tragicomedia. Sin embargo, tu esencia y tus melodías serán inolvidables, pues nadie, simplemente nadie, ocupará tu lugar. Te basta con un poco del amor de tus seguidores a los cuales se suman, por cierto, algunos jóvenes con el resurgimiento de tus canciones. ¿Y qué? A fin de cuentas, la música es símbolo de identidad. Hasta siempre, querido Pepe.

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