En entrevista detalló que el proyecto no solo busca reforestar la zona, sino también generar un vínculo emocional entre las familias y la naturaleza, pues los participantes pueden “adoptar” un árbol,
otorgándole sus apellidos y recibiendo un certificado de plantación con las coordenadas exactas de su ubicación. “Para los niños, es una experiencia muy significativa, como si tuvieran un nuevo hermano. El árbol lleva su nombre y apellidos, creando un lazo especial con el bosque”.
Explicó que, para asegurar el crecimiento de los ejemplares, los pinos son cultivados con meses de antelación en un vivero especializado y en caso de que alguna familia no pueda asistir a la siembra, el personal de las Villas Pico de Orizaba, se encarga de plantarlos.
Aseguró que, gracias a estos cuidados, el 90 por ciento de los árboles logra sobrevivir y adaptarse al ecosistema. “Cada año, el paisaje se vuelve más verde y frondoso. Una mayor masa forestal mejora la captación de agua y, por supuesto, nos brinda aire puro y un entorno más hermoso”, destacó.
Moreno Rojas reconoció el apoyo de los voluntarios y adoptantes que, a lo largo de nueve años, han contribuido a devolverle vida al bosque del Pico de Orizaba, uno de los pulmones naturales más importantes de la región.