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REMEMORANDO A JOAN SEBASTIAN

Columna Acertijos de Gilberto Haz

Oh los recuerdos. Camelot.

Hubo un tiempo, como todos los tiempos que transcurren cuando uno apenas va buscando su futuro, su sino y destino. Ocurrió hace añísimos, ahora lo recuerdo porque escucho una de sus bellas canciones. Cuento la anécdota. En la XEOV Radio Moderna, donde creamos una historia de radio orizabeña, con buenos programas aun recordados y con el final una música de jazz de Dave Brubeck, Take Five (Toma 5), con la que despedíamos la programación.

En aquel tiempo, como dirían en misa los curas, llegaban artistas de México a promocionarse, algunos los invitábamos, después de las entrevistas, y llevábamos serenatas, cuando apenas éramos novios, diría Manzanero.

Pues llegó un jovencito en el ADO con su guitarra a la mano, llegó a la radio en poniente 3, que era la sede y le hicimos una buena entrevista. Andaba contento y en la noche lo llevamos a tomar unos tragos y arriba de un auto nos comenzó a cantar canciones suyas. Aún no era tan conocido ni llegaba a triunfar como lo hizo años después, que se convirtió en un grande, cantante de éxito, dueño de ranchos, caballos pura raza y millonario.

Era el gran Joan Sebastián, que venía a promocionar sus canciones. Fue un gran triunfador que un cáncer terrible le quitó la vida, pero dejó un legado de música, así rememoro al gran Joan Sebastián, ahora que escucho uno de sus éxitos: Eso y más. Descansa en paz, querido Joan. Te recuerdo ahora.

EL LIBRO EN SANBORNS

Ayer tarde tuve que ir en gira de shopping a Plaza Valle, que va en crecimiento y pronto comenzarán las aperturas de mejores y nuevas tiendas. Vendrá Zara y Bershka, se preguntan compradores de esa cadena del gran imperio de Amancio Ortega, el hombre más rico de España, hombre de la cultura del esfuerzo y no del privilegio que, comenzó su carrera atrás del mostrador como empleado de un tío,  hoy tiene 5 mil 500 tiendas en todo el mundo, las de Nueva York de la Quinta Avenida, no tienen igual, como otra que vi en una revista de Moscú, que no conozco porque Putin no me da visa.

Fui a un cambio de zapatos que no eran de mi talla, al Capricho, una empleada atenta lo hizo con gusto.

Luego me fui a la tienda de Slim, Sanborns y busqué los dos libros que quiero, el de Arriaga y Xavier Velasco, dos autores mexicanos xingones.

A esa hora, como a las 5, hacia hambre y fui a la nueva tienda de Kentucky Fried Chickens, la de la receta secreta del coronel Sanders, negocio muy exitoso donde nos enseñaron a comer pollos capeados. Estaba llenísima pues acaba de inaugurar un sitio más grande, entonces que me doy la media vuelta y me fui, como Luis Miguel, a la parte alta de la Plaza Valle donde tienen la primera tienda, ahí me surtí.

Dice el viejo refrán que ir de compras es más barato que ir al psiquiatra.

Eso hice por ayer. Luego les cuento más. Un poco más, y a lo mejor nos comprendemos luego, diría José José en aquella legendaria rola de Álvaro Carrillo.

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