SemMéxico, 17 diciembre 2018.- Hace unos días en el contexto de definir una terna para la presidencia del Instituto Nacional de las Mujeres, una sabia mujer me dijo que, más importante que la persona que dirigirá los destinos de la política de género, habría que mirar más profundo. Se refería a lo no definido formalmente: a esa política en tiempos de la cuarta transformación, en contexto.
Un tema central es el del presupuesto, por supuesto, que en su sola enunciación estaría definiendo donde se pondrá el acento de este gobierno. Ahora sabemos. Ahí y en el Plan Nacional de Desarrollo que todavía no conocemos. Ahí donde quedará claro a dónde iremos, en política, en operación gubernamental y en administración.
Los ejes de la cuarta transformación ya están muy claros. Las prioridades del presidente de la República, un hombre bien conocido, desde aquélla ya antigua definición de su filosofía, fundada en primero los pobres, a la que se agrega hoy su postura frente al mal y el bien, el diablo es el mal, el bien en la justicia para el pueblo al que él define e interpreta.
Sí, se trata de un golpe de timón que todavía nos es extraño y difícil de entender. Acostumbradas como estamos a las formas culturales, metidas hasta el tuétano de nuestros huesos. En México, sabemos, todas las cosas se arreglan, del piso a la cúspide con relaciones, tráfico de influencias, amistades y desde luego con lo que él llama “el moche”, ya se trate de una infracción de tránsito o de cómo ocultar un crimen, sobre todo, si es ejecutado por potentados o caciques.
Para su golpe de timón, entre la razón que le acompaña y cómo ve las salidas, no hay más que aprender a diario. En 17 días de gobierno los ejes están bien delineados. Un pueblo bueno –eso incluye a todo los hombres autoritarios e ignorantes- y por supuesto a la buena voluntad que nos llevará a comprender sus propuestas: reorganizar el presupuesto para que la juventud sin perspectiva acuda a cien universidades, no a las que han formado por décadas a las y los gobernantes; y todo el rubro para atender las necesidades de las y los excluidos pasan por atención a los hombres y mujeres de edad. La enorme mole de dinero para pensiones de mayores de 68 años. Sólo 38 por ciento son mujeres.
Dos cuestiones básicas del reordenamiento presupuestario. Y claro, sin dejar de empujar dos o tres proyectos colosales donde los capitales podrán invertir; un consejo empresarial comprometido con el proyecto y por supuesto la creación de medidas para atender los pendientes de los casos emblemáticos que han cimbrado a México. Los ricos deberán invertir, como en el tren maya, la nueva refinería y la comunicación, seguro entendida como las benditas redes sociales.
¿Cómo y por qué? insistir en el antiguo modelo. La política de género se resolverá con la distribución masiva de “ayudas”, “apoyos” “becas” e instituciones de justicia fundadas en una nueva operación, por eso no hace falta la Fiscalía especializada en delitos contra las mujeres. Y la sociedad civil, la fifí, que busque otros caminos, ya no sobre la base de acuerdos y convenciones que apuntalan al neoliberalismo.
Se trata de invertir todos los recursos para la población dejada a un lado desde la Revolución Mexicana, los y las marginadas de cualquier proyecto de desarrollo que se fincó en la injusticia económica y creó a la mafia del poder, depredadora. Eso y más para la población en pobreza: ahí está el anuncio fenomenal de la siembra de árboles frutales y la ayuda a los migrantes; las bolsas de dinero para centralizar los programas y las instituciones de salud, centralizando, otra vez, los recursos para la atención médica, la nueva reforma educativa y las universidades populares, de las que se anuncian cien.
Y más, el crecimiento del salario mínimo y becas para la juventud sin más opción que el desempleo o la delincuencia. Un reordenamiento de la política y la participación, no el pluralismo que ha hinchado a las familias partidarias. Tampoco espacio para la democracia burguesa.
Frente a ello eso de género suena superficial e inconsistente ¿cómo que hay que seguir tirando pesos y centavos en instituciones inservibles, como los elefantes blancos de la Ciudad de las Mujeres, los centros de justicia o las unidades móviles en pueblos y comunidades, que probablemente no funcionan. Un alto al manejo de recursos en instituciones que protegen a grupos de interés, se llamen organizaciones no gubernamentales o feministas. Tampoco para la capacitación en igualdad, si la igualdad hoy está definida por el presupuesto y mediante un decreto social lleno de buena voluntad y ética social.
Yo estoy segura que la guía que nos cruzará a todos y todas que está en una nueva ruta, es la del bien. Por eso hay enormes sorpresas. Es un lujo suponer que de algo pueden servir las estadísticas de género.
Es la primera vez en mis 50 años de periodista que veo que las autoridades asumen que en México hay presos políticos; por primera vez veo con hondura que los privilegios son el de un buen salario, ruin y mal usado, en la compra de un auto de lujo o una casa llena de electrodomésticos.
En algo sustantivo tiene razón este nuevo régimen, ya que una buena parte de la injusticia está en la impericia de los ministerios públicos y los jueces, que no veíamos, ahí está el dique que ha producido la fenomenal impunidad. Le va toda la razón. Eso hay que cambiarlo de fondo.
Y más, todavía, malvados son todos y todas aquellas que aspiren a la igualdad en la vida de pareja, mientras miles de mujeres en el campo y los perímetros de las ciudades viven con un dólar al día. Si no ha sido posible que desaparezca el racismo y el mal trato a miles de trabajadoras y trabajadores. Mientras el capital amasa recursos infinitos.
Las aspiraciones clase medieras ilustradas de las feministas de élite, no tienen futuro. Bien dice Carol Arriaga hay que ir a las mujeres del pueblo, que, y es cierto, tienen dificultades reales para identificar la violencia.
Es posible que tras lo que vemos en el presupuesto, acostumbradas a las demandas de nuestro pequeño grupo, palidezcan frente al tamaño de la desigualdad social, entre ricos de 10 o 15 salarios mínimos y todas las pobrezas: la alimentaria, la del campo, la que anida en los hogares de las y los desempleados. Una verdadero asunto que requiere de cambios en cada persona y cada conciencia y que requiere una enorme capacidad de generosidad con las y los desposeídos.
Es posible que haya razón. Hasta ahora los avances legislativos en cuestión de género han sido incapaces de arrinconar al machismo y a la violencia que ese machismo produce. No sé si lo podremos lograr con la mala educación.
El fracaso más grande de las políticas de igualdad entre hombres y mujeres está ahí, en la estadística de género: miles y miles de acosadas sexualmente; siete u ocho asesinadas todos los días, horribles historias de las mujeres que masivamente fueron a buscar un puesto público y enfrentaron rechazo, amenazas y exclusiones entre sus compañeras y compañeros de su partido. Lo que urge es una cruzada de toma de conciencia. Y qué podemos decir si en esos palacios del conocimiento que son las universidades se oculta la violencia contra catedráticas y estudiantes.
Esta mañana en la presentación del plan para la paz y la seguridad, escuché cien veces que el problema es de todos y todas, gobierno y sociedad, que debemos dejarnos de prácticas nocivas, que es bueno alejarse del diablo y buscar el bien, para todas y todos. Sí que vamos a tener que desentrañar los cómo colectivos.
Ya estamos del todo en la cuarta transformación de México, sin duda. No importa que exista aún una Constitución imperfecta, ni que haya instituciones, habrá que derruirlas, del todo. Nuestros argumentos, digo los usuales, los del mundo occidental, no sirven. Es claro.
Muy interesante el anuncio de un sistema integral para atemperar la violencia contra las mujeres en la ciudad de México, concentración de programas y eliminación de duplicidades; más dinero para becas de mujeres violentadas y redes organizadas desde el gobierno en 200 puntos territoriales para la auto organización de vecinas y mujeres. Y en lo federal llamado a que las madres eduquen bien a hijos e hijas que caen en la delincuencia. Un llamado a renunciar a la idea de ganar más, de acumular bienes superfluos, a reducir salarios de gerentes y manda más en las empresas y la medianía de salarios en los y las funcionarias públicas.
Me llama profundamente la atención el silencio sobre cómo enfrentar al crimen organizado, a los cárteles de la droga. En cambio, sí militarizar a la nueva guardia nacional y la formación de un ejército paralelo, de 50 mil jóvenes.
Lo cierto es que fracasó la democracia liberal y también nuestros afanes.
PRIMERO LOS POBRES, al tiempo. Veremos.
saraloveralopez@gmail.com