A principios del siglo XX, a pesar de las persecuciones policiacas y militares, empezaron a multiplicarse las huelgas y los levantamientos contra el gobierno de Porfirio Díaz. Esos movimientos estaban muchas veces organizados por militantes anarquistas del Partido Liberal Mexicano, encabezado por los tres hermanos Flores Magón. Tal fue el caso de la insurrección armada que ocurrió en 1906 en Acayucan, bajo el mando de Hilario Salas y Cándido Padua.
Este levantamiento, planeado para el 16 de septiembre, tenía que coincidir con otros en Minatitlán y Puerto México, mientras una fuerza invasora, reunida en Estados Unidos, atacaba varias ciudades fronterizas del norte, entre otras Ciudad Juárez, Agua Prieta y Nogales. Sin embargo, el 4 del mismo mes, debido a la delación de un espía del gobierno de Díaz, el proyecto fue descubierto y pospuesto. La policía norte-americana detuvo a los miembros del Club Liberal “Libertad” encargados de atacar Nogales y Agua Prieta.
Mientras, los delegados del Partido en Veracruz, Hilario Salas y Cándido Padua, habían recorrido cuidadosamente los alrededores de Acayucan, relacionándose con comunidades indígenas, obreros, artesanos y otros posibles combatientes. La rebelión ya era incontenible. Salas consiguió reunir unos 300 hombres y algunas mujeres como Silvina Rembao de Trejo, con los cuales, el 30 de septiembre, se levantó en armas y tomó el palacio municipal de Acayucan.
A pesar de estar mal armados, los rebeldes combatieron durante cuatro días contra el ejército, hasta que se acabaron las municiones y fueron finalmente derrotados. La mayoría resultaron muertos o heridos, sólo algunos lograron huir a las sierras vecinas. Otros fueron detenidos y trasladados a la prisión de San Juan de Ulúa o conducidos a Valle Nacional, en Oaxaca, donde fueron tratados como esclavos por los hacendados.
Si efectivamente el levantamiento fue organizado por militantes magonistas, llama la atención la participación en los combates de elementos extraños, entre ellos el bandido Santana Rodríguez Palafox, alias Santanón. Se decía que el sólo nombre de Santanón producía espasmos de terror en la gente, por toda la costa de Veracruz.
Nació en San Juan Evangelista, Veracruz, en una fecha desconocida, y desde una edad temprana, se destacó como “bandido social” que combatía las injusticias de los hacendados y los ataques de la policía y de las fuerzas militares. En un principio, se le dio el tinte del “bandido generoso”, que no derramaba sangre sino en casos absolutamente indispensables, como cuando en un asalto las víctimas se defendían. Si se encontraban algunos pobres en una caravana, los auxiliaban, proporcionándoles recursos en lugar de robarles. Pero en realidad era un bandido como cualquier otro, asesino, amante del pillaje y carente de sentimientos nobles.
Cuando los militantes del Partido Liberal Mexicano se pusieron en contacto con Santana, éste declaró que no tenía compromisos políticos con nadie, que sólo se defendía de las fuerzas del gobierno, pero aceptó unirse a los revolucionarios. En poco tiempo, la Junta Organizadora del Partido Liberal le otorgó a Santana Rodríguez el grado de comandante y lo nombró delegado especial.
A partir de entonces, Santana Rodríguez inició su actividad militar como revolucionario, atacó varias haciendas como la de San Carlos, cerca de Valle Nacional, oficialmente con el objetivo de liberar a los indios que ahí se encontraban confinados. Se encontró entre los pocos sobrevivientes de los combates de Acayucan, probablemente porque ya tenia mucha experiencia para eludir a sus perseguidores y continuó sus actividades durante varios años.
Murió en combate cerca de Acayucan en 1910 ante las fuerzas rurales de Francisco Cárdenas que tres años después, en 1913, sería tristemente célebre por ser el autor material del asesinato de Francisco I. Madero.