Eran las 12 del día de este sábado 25 de mayo. El sol caía a plomo en la Plaza Lerdo de Xalapa. La plancha estaba llena y también había gente a reventar en las calles de Enríquez y Lucio. Los pasillos del palacio de gobierno y edificio Nachita eran insuficientes para albergar a las personas que buscaban la reconfortante sombra. A algunos de los convocados al mitin de Morena les dijeron que tenían que llegar desde las 9 de la mañana.
–A mi me dieron 500 varos por venir. ¿Y a ti, güey? –dijo un joven a otro al oído.
–Ni madres. Y ahorita me muero de sed y deseo más que nada una pinche botella de agua bien fría aunque sea –respondió de mala gana el otro.
El maestro de ceremonias se desgañitaba tratando de entretener a la multitud.
–“Es un honor estar con Claudia hoy” –gritaba a voz en cuello y solo unas cuantas personas respondían a coro.
Por fin a eso de las doce y media apareció Claudia Sheinbaum por la avenida Ávila Camacho. Entró por la valla metálica especialmente diseñada para el acto.
–Parece más pequeña en persona y pálida. Se le notan arrugas en la cara por la falta de maquillaje –murmuraron maliciosamente dos mujeres jóvenes.
A claudia le acompañaba Rocío Nahle, sonriente y saludadora. Pocos advertían su presencia. El animador del mitin mencionó el nombre de la candidata a la gubernatura y entonces comenzaron a posar con ella para las fotos.
Subieron al templete. Había mucho calor y pocos aplausos a diferencia de seis años atrás cuando Andrés Manuel López Obrador prendió el entusiasmo y la esperanza de mujeres y hombres en una abarrotada Plaza Lerdo… sin acarreados.
Dijo Claudia, este sábado, que se había comprometido con Rocío Nahle a traer de nuevo el tren de pasajeros México-Puebla-Veracruz y ni esto emocionó a los asistentes. Querían que terminara ya el mitin para retirarse a sus lugares de origen, en el norte, centro y sur del estado. Varias personas, empapadas en sudor, se empezaron a ir antes de que Nahle y Sheinbaum concluyeran sus mensajes.
La intervención de Rocío duró unos 15 minutos y la de Claudia como 25. Se esforzaban ambas por provocar aplausos. Pero la muchedumbre no ponía mucha atención a los discursos. Era demasiado sofocante el candente sol.