Carpe Diem

Tragedia resguardada

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La primera condición de un cantor es tener buena memoria, decía en el tejido de sus conciertos el malogrado Facundo Cabral; diríase en aplicación del periodismo que la primera obligación del periodista es cotejar la fuente, verificar, comprobar, certificar la información que escribe, lanza al éter en la radio o televisión, portales de internet o redes sociales.
Hay una verdad que la versión oficial propalada por la Fiscalía General del Estado quiere insertar en la narrativa de la desaparición de Viridiana Moreno Vásquez, joven madre de familia que desapareció en Cardel el 18 de mayo pasado.
El argumento, basado en el resguardo de Viridiana es que Greek Román “N” asesinó y desmembró a Viridiana en Chachalacas, auxiliado por Adamari “N” “con perversa vocación de un repugnante probable asesino serial”, no es compartido por los padres de la mujer de 31 años que desapareció en el estado de Veracruz después de acudir a una entrevista de trabajo el pasado 18 de mayo.
“Salió de su casa en Cardel, Veracruz, y se dirigió al hotel Bienvenido (en Ciudad Cardel) para asistir a una supuesta entrevista de trabajo que había conseguido con alguien en Facebook”, informó Ricardo Mejía Berdeja, subsecretario de Seguridad Pública y Protección Ciudadana del gobierno federal, en la mañanera del jueves 2 de junio, 16 días después de la desaparición de Viridiana, estudiante de educación física que quería un mejor ingreso para su hijo de diez años y que terminó en el limbo de la ausencia, el extravío, la desaparición o la muerte.
La verdad histórica esgrimida por la FGE fue rechazada por la familia de Viridiana Moreno Vásquez, al día siguiente.
Doña Aurora Vásquez dijo en conferencia de medios que la fiscalía miente: “ellos nos mienten con lo que dicen. Mi corazón de madre me dice que lo que ellos nos están entregando no es mi hija”.
En la recomposición de los pedazos rotos de la memoria trágica, doña Aurora dijo que su hija Viridiana, a quien seguirá buscando en dunas, arenales y terreros de Chachalacas, “tiene una cicatriz de cesárea, y el cuerpo que nos mostraron no la tenía nada. Ella tiene una cicatriz vieja en el hombro, de una vacuna; tampoco estaba esa parte del cuerpo. Ella tiene una cicatriz, en la nuca; nos dieron una cabeza que no tiene esa parte. Dijeron que sacaron muestras de unos brackets que ella usaba; pero ella los dejó de usar desde hace más de tres años”.
Viridiana, concentradora del dolor, síntesis de lucha de las mujeres, bandera viva contra el feminicidio, se mantiene con vivida vigencia en la opinión pública, pese a quien le pese por motivos de imagen pública.
Tras su desaparición, su familia hizo público su caso y organizó manifestaciones y otros actos para exigir diligencia policial. Pocos días después, el cadáver de Moreno fue hallado repartido en varias bolsas de plástico en la comunidad de Chachalacas. A pesar de que la familia no está segura de la identidad de los restos, las autoridades dicen tener pruebas dactilares que lo confirmarían, dice una nota de RT (Russian Televisión).
Tomás Mundo Arriasa, abogado de la familia de Viridiana, dijo que se realizará un “metaperitaje” que contempla la práctica de una prueba en un laboratorio externo de la Ciudad de México, que será costeado por la familia a través de donaciones de los pobladores de Tlaltetela, de donde son originarios.
El dolor no cesa, el rechazo a la versión oficial es reacción natural de una familia agraviada.
Las versiones están expuestas, lanzadas a la opinión pública, girando en el ambiente.
Greek Román “N” un presunto feminicida de origen cordobés, que ha dejado un reguero de mujeres muertas en siete estados de la república, con “perversa vocación de un repugnante probable asesino serial”, según definición del gobernador Cuitláhuac García Jiménez, se inscribe como principal sospechoso en el caso Viridiana Moreno Vásquez.
En la elasticidad del periodismo interpretativo, diríase que Viridiana camina junto a Monserrat Bendimes en exigencia silente pero potente de justicia para las mujeres asesinadas, violentadas y acosadas en Veracruz.
Marlon Botas se entregó por propio pie en Xalapa, en las oficinas de la Comisión Estatal de Derechos Humanos ante la presión ejercida por la FGE, cuyos agentes catearon en la víspera, la residencia sus abuelos, en el fraccionamiento Altolozano, en Mérida, Yucatán.
Monse, quien en una cama del hospital Milenio de Boca del Rio alcanzó a balbucear “fue Marlon”, en abril del 2021, antes de morir, alcanzó un tramo más de justicia terrenal.
La aprehensión de este presunto feminicida, es una bocanada de oxigeno para la fiscalía veracruzana que atraviesa por un berenjenal judicial por los casos irresueltos de mayo, por citar los más recientes.
Las reacciones continuarán, las movilizaciones no cesarán.
La justicia solo puede provenir del poderoso, dicen los clásicos.
Es hora que le justicie se aplique sin dilaciones, chivos expiatorios o urgencias mediáticas.
Que así sea.

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