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Un arqueólogo jesuita en Veracruz

En 1728, nace en Córdoba, Veracruz, Agustín Pablo Pérez de Castro, en el seno de una familia acomodada. El y sus dos hermanos menores, Joaquín (1737-1802) y Miguel (1742-1796), tuvieron una excelente educación humanística, probablemente impartida en la casa familiar.

Ingresó a la Compañía de Jesús el 15 de enero de 1746 en el noviciado en Tepotzotlán, donde empezó a leer los textos clásicos y desarrolló su interés por la pintura y las artes. Pero también se interesó en los estudios sobre su tierra natal, entre otros textos la obra del primer historiador mexicanista, Don Sigüenza y Góngora, quien glorificaba el pasado indígena, al grado de visitar sitios como Teotihuacán.

Agustín Pablo de Castro estaba también enamorado de su tierra mexicana. Su cultura clásica lo llevo a escribir primero un poema épico, La Cortesiada, en homenaje al conquistador. Ordenado sacerdote en 1752, dio cursos de Filosofía en San Ildefonso de Puebla, donde siguió sus múltiples lecturas.

Enseñó después en Puebla, Mérida y Oaxaca donde tuvo la oportunidad de visitar varios sitios arqueológicos, entre tantos Mitla. Acerca de los edificios de esta ciudad mixteca, escribió en latín la obra Mitlensis reliquiae in Zapotechis (Los vestigios zapotecos de Mitla).

Su amplio conocimiento de las culturas precolombinas le permitió hacer afirmaciones acertadas sobre los vestigios antiguos como lo comprueba su comentario relativo a los petrograbados de Chapultepec: “En las piedras de Chapultepec, se ven algunos (motivos) y son a mi ver inscripciones de Moctezuma que hizo el acueducto.”

Aprovechó una de sus estancias en Veracruz para visitar Huatusco, un sitio ya mencionado por el famoso padre jesuita Francisco Javier Clavijero, autor de La Historia Antigua de México. Castro dejó del sitio una Descripcio Arcis Guatuscorum (descripción del edificio de los Huatusqueños).

Junto con los otros jesuitas, entre ellos su amigo Clavijero, fue expulsado de México en 1767, donde nunca regresó. Instalado en Italia, se dedicó con sus escritos a la defensa de las culturas americanas. Dejó ocho publicaciones y veintitrés manuscritos, entre ellos una historia de la villa de Córdoba.

Murió en Bologna (Italia) en 1790.

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