Los libros de la guerra nunca se acaban. Camelot
Cuando no hay tema de donde escribir, y en el congreso Alito no ha tirado el segundo recto a Noroña, es mejor irse a los libros. Estoy leyendo uno de ellos.
En la lectura, como en el cine, uno se aleja de lo de afuera, te concentras en las páginas de los libros y vives el mundo del escritor, si es que te transporta adónde la historia de ese libro lleva.
Decía Unamuno: “¿De cuándo acá ha de ser el autor de un libro el que mejor lo entienda? (Cada cual es cómo le hacen, y cada uno con su cada una)”.
Un Papa dijo de la lectura: “Cuando era joven leía casi siempre para aprender; hoy, a veces, leo para olvidar”.
El tema lo he seguido por años. Uno por lo regular le atinas a un buen libro, sobre todo de los que no son ni muy conocidos ni recomendados. A este le atiné. Se llama “El orden del día” y lo escribe un tal Eric Vuillard, que en su casa lo conocen pero es francés, extraordinario. Ya ganó un Premio, cuando lo abrí me fui como Messi ante los adversarios, no tomando prisioneros, hoja por hoja, relato por relato entendí y comprendí otra historia, cuando Hitler invadió su tierra, Austria. Una visión diferente de ese poderoso Ejército alemán que, cuenta el autor, al principio de esa guerra tenia blindados muy chafas, tanques defectuosos, como las pipas que compró Marcelo con AMLO, que al tiempo compusieron. Y toca a los grandes industriales empresarios de Alemania, liderados por Alfred Gustav Krupp, el rey del acero, rescatarlos.
Voy a su sinopsis: “En febrero de 1933, en el Reichstag tuvo lugar una reunión secreta, que no estaba en el orden del día, en la que los industriales alemanes —entre los que se contaban los dueños de Opel, Krupp, Siemens, IG Farben, Bayer, Telefunken, Agfa y Varta— donaron ingentes cantidades a Hitler para conseguir la estabilidad que él prometía. Desde ese año, Hitler ideó una estrategia de cara a la comunidad internacional para anexionarse Austria «pacíficamente»; para ello, mientras se ganaba la aquiescencia o el silencio de primeros ministros europeos, mantuvo una guerra psicológica con Schuschnigg, el canciller austriaco, hasta que la invasión (un alarde del legendario ejército alemán, que ocultaba graves problemas técnicos) fue un hecho. Esta novela desvela los mercadeos y vulgares intereses comunes, las falsedades y posverdades, que hicieron posible el ascenso del nazismo y su dominio en Europa hasta la Segunda Guerra Mundial, con las consecuencias de todos conocidas.
El orden del día narra de un modo trepidante y muy novedoso, en escenas memorables, las bambalinas del ascenso de Hitler al poder, en una lección de literatura, historia y moral política”. Un buen libro, cómprenlo y disfrútenlo.
Los libros de la Segunda Guerra Mundial, como la cosecha de mujeres de Mike Laure, nunca se acaban, nacen nuevas versiones con nuevos escritores, aunque ya los clásicos nos hayan contado todo lo que pasó en esa terrible Guerra.
Ahora mismo hay una serie de Juan Eslava Galán, el escritor español, contando la guerra mundial para escépticos, las dos la primera y la segunda, de su serie de escépticos tan vendida en España y el mundo.