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Un testigo incómodo

La primera confrontación de la lucha armada revolucionaria que presenciaron los capitalinos fue la Decena Trágica, ocurrida del 13 al 23 de febrero de 1913, cuando los generales Félix Díaz y Bernardo Reyes se levantaron en armas contra el gobierno de Francisco I. Madero. Hasta entonces, la mayor parte de los habitantes de la capital había conocido la Revolución por los relatos y las imágenes provenientes de la prensa, las postales y el cine. Como bien se sabe, durante la Decena Trágica, los regimientos rebeldes se atrincheraron en la Ciudadela, mientras las fuerzas leales seguían resistiendo en el palacio presidencial. Se bombardeaban mutualmente, pero la mayoría de los disparos caían entre las calles y los inmuebles intermedios.

Al volverse una realidad cercana, la gente comenzó a sufrir las angustias de la guerra y las primeras pérdidas civiles. De espectadores distantes se transformaron en testigos azorados de la destrucción de los edificios públicos y privados, así como de algunos monumentos cercanos a la Ciudadela, donde se desarrolló el combate.

Entre esos testigos se encontraba en particular un fotógrafo anónimo que trataba de captar imágenes para la agencia de prensa norteamericana que lo había mandado a México. Finalmente no era tan anónimo como parecía, ya que se trataba nada menos que de John Kenneth Turner, el ya conocido autor del libro México Bárbaro, donde había denunciado las atrocidades cometidas en el Valle Nacional, en Oaxaca durante el porfiriato. Turner había trabajado con los militantes del Partido Liberal Mexicano de los hermanos Flores Magón, y su libro alcanzó una fama impresionante para la época. Era por supuesto el blanco de la atención especial de la policía mexicana.

En medio de los combates, una brigada de soldados de Félix Díaz lo arrestó, le arrebató la cámara y lo llevó al cuartel. En la Ciudadela él se identificó como periodista, pero sin revelar su nombre, ni su identidad. Por su suerte, sólo quedó encarcelado provisionalmente, ya que los soldados andaban muy ocupados. Pero reportaron su arresto a la embajada de Estados-Unidos, y es el mismo embajador americano, Henry Lane Wilson, quien lo identificó y lo denunció antes las autoridades mexicanas. Sólo con la ayuda de un oficial mexicano leal a Madero logró escapar, para refugiarse en los Estados Unidos.

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