Asociamos espontáneamente los líderes de la Revolución a sus estados de origen, Obregón con Sonora, Villa con Chihuahua y Durango o Zapata con Morelos. Olvidamos a menudo que cada movimiento obedecía también a un programa, más o menos explícito y detallado. Tal es el caso del Plan de Ayala elaborado por Zapata con la ayuda de varios contribuidores, muchos de los cuales eran antiguos partidarios del Partido Liberal Mexicano de los hermanos Flores Magón. El movimiento zapatista atrajo así simpatizantes de fuera del centro de la república, de Sinaloa por ejemplo.
El general Juan Manuel Banderas Araiza, apodado El Agachado, empezó sus actividades revolucionarias como maderista. Como muchos revolucionarios, había peleado contra las autoridades, había sido perseguido por los rurales y después había trabajado como guardaespaldas. Se enlistó inmediatamente en las filas insurrectas y al triunfar la revolución, ocupó el cargo de gobernador interino de Sinaloa. Pero no tenía confianza en el gobierno federal y se decepcionó rapidamente por la permisividad de Madero, como muchos otros, entre ellos el mismo Zapata y Pascual Orozco. Banderas se levantó en armas contra el gobierno federal y proclamó su adhesión al Plan de Ayala. Reclutó rápidamente numerosos partidarios, entre ellos su principal lugarteniente, Antonio Franco. Al ser Juan Manuel Banderas encarcelado por las autoridades federales, Franco encabezó la lucha armada principalmente en el Valle de Culiacán y en los alrededores de Navolato y de Mocorito.
Entre febrero y abril de 1912, los zapatistas sinaloenses lanzaron con éxito varias ofensivas hacia Culiacán. En un combate cerca de Mocorito, lograron una victoria contra las tropas del coronel Néstor Pino Suárez, el propio hermano del vice-presidente, quien murió en el combate.
El 17 de abril de 1912, alzando la bandera roja, la misma que los colorados de Orozco, unos 1500 hombres bajo el mando de Santos Acosta lograron apoderarse de Culiacán. Otro grupo de 800 hombres, al mando de Juan Cañedo, tomó Concordia el 14 de abril, y después Escuinapa. Lograron así controlar casi todo el sur del estado por unos días. Cabe mencionar que el movimiento zapatista sinaloense también logró cierto éxito, en la región vecina de Tamazula en Durango, con el levantamiento efímero de Salomé López y Victoriano Hernández.
A pesar de sus primeros éxitos, los zapatistas estaban mal organizados y mal armados frente al ejército federal, y tuvieron rápidamente que retroceder. Sufrieron una primera derrota en Veranos en marzo. Manuel Fuentes trató de defenderse en Culiacán, pero tuvo que capitular con sus 130 hombres, entre ellos un médico norteamericano de nombre Crossman. Algunos fueron colgados o fusilados, entre ellos Telésforo Ávila, pero la mayoría de los zapatistas fueron trasladados a la capital, de donde las autoridades federales los mandaron a luchar contra las fuerzas de Félix Díaz, en Oaxaca, que se habían levantado contra el gobierno de Madero.
Así se acabó la insurrección zapatista en Sinaloa. Pero no la historia de los insurgentes. Varios de ellos, como Roberto Almada, Juan Cañedo y Francisco Rubí decidieron unirse después a las fuerzas del general Huerta, como lo hizo el mismo Pascual Orozco, también peleando bajo la bandera roja.
Después de ser liberado el 23 de abril de 1914, Juan Banderas decidió primero unirse, con sus hermanos y muchos seguidores, a las fuerzas zapatistas en Morelos, donde formaron la Brigada Banderas. Pelearon en Morelos y en Puebla, en el campo de los convencionistas, pero después Banderas decidió aliarse con Villa. El resto de su historia pertenece a la epopeya de la División del Norte.