+ Este es un artículo dedicado a los animales desamparados.
Quizá usted ha visto con frecuencia perros y gatos deambulando por las calles de nuestra ciudad con una mirada de profunda tristeza y con el alma rota por el abandono, el maltrato, la tortura y el hambre.
Son seres vivos que nacieron despreciados y/o fueron lanzados de sus hogares y dejados lejos, a la deriva.
Pocos son los que sobreviven a este trauma tan grave y los que lo logran están condenados a una vida de sufrimiento, desprecio y muerte.
Acosados por el hambre, parásitos y enfermedades. Carentes de vacunas y atención sanitaria y extremadamente lejos de recibir una caricia, cada noche mueren lentamente en el frío de la oscuridad de un baldío, de un drenaje o en la banqueta, pasando fríos y solo anhelando la llegada rápida de la muerte que no los alcanza y solo los flagela cada mañana con hambre y el crujir de dientes.
Y casi nadie actúa para protegerlos.
En las redes sociales es común observar comentarios de compasión y lástima por los peludos que sufren abandono, pero solo es eso. Unas cuantas palabras escritas pero ninguna acción a su favor.
En el transcurso de los años he conocido, principalmente mujeres, que han logrado rescatar a muchos animalitos indefensos pero su afán por darles amor, un hogar, una familia a muchos de ellos se queda corto por las escasas posibilidades económicas y de espacio para continuar el rescate de tantos desamparados.
No obstante, hay propuestas con las cuales coincido y lucho para lograrlo.
Obtener en donación, prestado o en comodato un terreno que pueda ser acondicionado para llevar ahí a gatos y perros: un santuario.
Un lugar de protección que pueda ser controlado por un grupo de hombres y mujeres que amamos a los animales y que diariamente, de forma anónima y desinteresada, luchamos por ayudar a estos animalitos.
Hasta este momento no hay una convocatoria que pueda unir a estas personas que rescatan perros y gatos para crear un plan de trabajo, quizá paralelo, pero no independiente del Centro de Bienestar Animal.
Por internet he conocido a mujeres que en sus hogares tienes, 10, 15, 20 y hasta 30 mascotas rescatadas. Esterilizadas, desparasitadas y protegidas en un hogar.
Cada perro y cada gato rescatado tienen una historia cruel que contar. Pero por cada animalito rescatado, hay miles que sufren en el monte, en las calles, en las noches. Buscando en las madrugadas, en las bolsas de basura, algo que mitigue el ruido de sus intestinos vacíos.
Hay tanto por hacer a favor de ellos y son tan pocos los dispuestos a trabajar para ayudarlos.
Yo, al igual que muchos siento una gran impotencia de no poder ayudar a tanto desprotegido. Darles lo que está a mi alcance no basta. Solo unidos podremos salvar a más seres vivos. Podemos evitar esas miradas de tristeza, soledad y hambre que nos taladran el alma.
Es hora de actuar. De convocar, de unir proyectos para atender a más peludos.