El baldón

México, un país con una sociedad enferma

Los síntomas de intolerancia, de negación de la realidad. De vivir entre tribus con verdades alternativas, de enojo, de ira, de engaño, de infamia, de mentira, están a la vista de todos, y como buena sociedad enferma e hipócrita, nos negamos a verlos. Preferimos mentirnos día con día, queremos ganar discusiones mediante retórica o mediante la aplanadora de la masa ignorante, en lugar de con argumentos y la razón.  México está podrido y no estamos haciendo nada para evitar que el pus y la gangrena avancen, al contrario, todos los días infectamos aún más la herida.

Realidades que nos negamos a ver: Claudia ganó y Xóchitl perdió.  Ayer, para muchos Xóchitl era el símbolo de la pureza, la honestidad, la mujer indígena que salió de la nada y triunfó.  Ayer, en la ciudad de México, la misma marea rosa que tanto quiso a Xóchitl, le gritó mentirosa y traidora. 

Xóchitl fue una víctima.  Xóchitl tenía más posibilidades de lograr una buena votación en cdmx, pero la ambición del CEN del PAN buscó la manera de descarrilarla, y lograron convencerla de que sería mejor para ella y para México que buscara la presidencia de la república.  Hoy la oposición y la propia Xóchitl están pagando el precio del engaño y la ingenuidad.   Con cinco gramos de conocimiento de la realidad mexicana, sabíamos que ganaría Claudia, y a Xóchitl se le apoyaba para lograr una mejor posición en el congreso.  

Pero no contábamos con la ambición de los líderes nacionales y regionales del PRIANRD, que se apropiaron de candidaturas y pluris, para beneficio de sus grupos, colocando impresentables en muchos cargos de elección, dañando a los pocos buenos cuadros que posicionaron como candidatos nacidos para perder, como es el caso de los aspirantes a gobernador, y uno que otro ingenuo que se sacrificó para segunda fórmula en senadurías, o diputaciones federales y locales.

Leo a Javier Lozano jurar que no sabía que en el mismo lugar donde se reuniría con el gobernador de Yucatán, estaría Claudia Sheimbaun.  Su intolerancia es tal, que considera que respirar el mismo aire que la ganadora de la elección presidencial es vergonzoso.  Se olvida del principio básico de la democracia: Aceptar los resultados.   Entiendo que la oposición ha insistido en que fue una elección de estado, (lo cual es cierto), y que la influencia del estado influyó a tal grado que le quitó el triunfo a la oposición (lo cual es falso).   Manipular a los seguidores de la oposición, para seguir utilizándolos como reserva de votos y factor de un mínimo poder político es deleznable.   Bastaba salir a la calle para escuchar las simpatías que había entre la mayoría de la población por Morena.  Fuera de los grupos endogámicos dónde todos pensaban igual.   Había que dar la batalla por la democracia, y se dio.  Perdió la oposición, y hay que reconocerlo y seguir adelante.

Por el lado del partido oficial, el fanatismo nubla las mentes y las ideas de aquéllos que conocen de los temas a discutir.  Los demás, muestran una lealtad absoluta a lo que diga el líder, sin atreverse a analizar si sus decisiones son válidas o no.    La gran idea que convenció a todos, no es ni siquiera la entrega de dinero  a cambio de la conciencia, sino exacerbar la envidia y el rencor, a veces justificados, a veces injustificados, que genera el éxito de quién ha tenido la suerte de estar en el lugar adecuado para aprovechar la corrupción, ya sea funcionario o empresario.  O envidiar a quién se esfuerza y trabaja con calidad y eficiencia, lo cual lo ha llevado a un mediano éxito económico o lograr reconocimiento social.   Llegar al corazón del resentido y convencerlo que no le ha ido bien en la vida, no por irresponsable, por deshonesto, por flojo, por incapaz, por mala suerte, por mala educación y preparación, sino por falta de oportunidades generada por el abuso de ¨los otros¨,  o porque ¨los otros¨ le robaron lo que era suyo. Incluso la estupidez de afirmar que las privatizaciones hicieron daño al erario, cuando fue todo lo contrario.   Lograr que una caterva de ignorantes crean que PEMEX es de ellos, CFE es de ellos (sobre todo las pérdidas de las dos empresas), que los teatros del IMSS y la infinidad de empresas que servían para que burócratas se enriquecieran generando empresas subsidiadas por nuestros impuestos, todas esas empresas que urgía deshacerse de ellas, hoy la masa cree que fueron despojados de ellas.

La sociedad está podrida.  Nadie duda de las relaciones entre funcionarios públicos y el crimen organizado, pero nadie busca que esas relaciones dejen de existir.  Los miles de muertos y desaparecidos, la extorsión, el abuso, para el mexicano son algo normal.  A nadie se le ocurre que México puede ser un país seguro y próspero, sin que un mexicano robe a otro mexicano.  Lo normal es lo contrario: Robar cuándo y dónde se pueda.   Vemos en las redes sociales los crímenes más atroces, que recuerdan los sacrificios humanos de los salvajes aztecas, esos con los que se identifica la mayoría de los mexicanos, esos opresores que tan odiados eran, que todos los pueblos oprimidos se unieron a un puñado de castellanos que les ofrecieron liberarlos del yugo mexica. 

Los mexicanos adoramos vivir en una realidad alternativa.  Nuestra realidad es tan terrible que nos negamos a verla, porque viviríamos aterrorizados y desconsolados.  Mejor negar la realidad.  Recomendar vivir en una burbuja –mientras se pueda-, y si la realidad nos alcanza, aceptarla como algo que es voluntad de los dioses.  La misma filosofía griega de considerar a los seres humanos como juguetes de la voluntad de los dioses.  Porque otra situación terrible del mexicano, es su eterno deseo de ser menor de edad.  Así no se asume la responsabilidad por la propia vida. Mejor que sea la Voluntad de Dios o de la Virgencita.   Así, lo que nos pase, no es nuestra culpa, sino que el destino, los hados, las moiras, son quienes definen nuestro presente y nuestro futuro.

Fox gritaba: * Despierta México *.  México sigue dormido. La mujer dormida no puede parir, porque sigue sumida en el eterno sueño del ¨ya merito¨.  Aceptamos la mediocridad como norma.  No aspiramos a la excelencia porque en el fondo consideramos o que no existe, o que no está a nuestro alcance, o peor aún, que no la merecemos.   Cómo si los mexicanos actuales y futuros no fuéramos dignos de un presente y un futuro mejor.

Perdimos desde que nacimos, la capacidad de indignarnos ante la injusticia. Emocionados compartimos mentiras que nos manipulan, pero que son agradables a nuestros ojos y oídos, y los de nuestro grupo social.  Nos negamos enérgicamente a ver la realidad. Repudiamos la VERDAD, porque nos ofende, no enfrenta a una realidad que nos negamos a reconocer. Preferimos vivir escondidos y agachados en nuestra propia caverna.  La solución para vivir feliz es no percibir la realidad, salvo mediante sombras y atisbos.    El futuro es tan tenebroso y oscuro como la misma caverna en la cual nos enterramos vivos.

El futuro requiere de una economía creciente, para dar bienestar, riqueza y empleo a las generaciones futuras.  Sabemos que así como la cancelación del aeropuerto de Texcoco le hizo daño, también lo harán las reformas propuestas por AMLO.  Nadie se atreve a frenarlas, ni siquiera en el último mes de gobierno.    No es posible que una inmensa mayoría de políticos con experiencia renuncien a usar su cerebro, a cambio de convertirse en lacayos.    ¿No?   Observa a los republicanos en USA, perdiendo el último ápice de dignidad, en pos de poder y dinero que podrían llegar si son los mejores lamiendo los pies de un desquiciado como Donald Trump. 

No es solo México el que está en decadencia.  La primera potencia mundial también, y eso, es muy peligroso para todo el planeta.  

elbaldondecobian@gmail.com                                 @jmcmex

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