Acertijos

LAS GUERRAS PUNICAS

Columna Acertijos de Gilberto Haz

Grande es la culpa de una guerra innecesaria. Camelot,

Aunque no tendrían nada que ver con las guerras púnicas, pues aquellas fueron entre Roma y Cartago para poder dominar el Mediterráneo, aquí en México se están dando con todo. Es una pelea a quien sabe cuántos rounds, que hasta la presidenta Sheinbaum le entra y llama ‘vendepatrias’ a Alito Moreno, quien solo se defendió cuando supo le venía una embestida de Morena para desaforarlo, entonces recurrió al calambre más grande que tiene la oposición, ir a Washington con los fiscales, congresistas, DEA, Trump, CIA, Marco Rubio, FBI y Seguridad Nacional a acusar a todos, empezando por AMLO como socios de los narcotraficantes, ahora ya incluyeron a sus hijos y a algunos gobernadores que gozan de cabal salud, como el de Sinaloa, que pasó un escándalo mayor y nadie lo movió de su sitio. Tiene Morena un gran caparazón, se protegen de todo y contra todos. A la que le fue muy mal fue a la gobernadora Rocío Nahle, se convirtió en tendencia en los memes que le asestaron, porque se convirtió en doctora y dictaminó que la maestra, que había sido asesinada, murió de un infarto y la otra, cuando llamó Miserables a la oposición y los medios de comunicación, en lugar de llamar Miserables a los narcos criminales que ejecutaron a la maestra.

LA POLÍTICA

Lo que viene y se siente en el escenario político, es una guerra. Declarada. Como aquellas napoleónicas, o las otras, las tribales de la Edad Media o las vietnamitas, donde no se tomaban prisioneros y había fuego, llanto y desolación en los arrozales. Los gringos son muy dados a recordar sus guerras, normalmente recuerdan y añoran mucho aquellas dónde les apalearon, donde han perdido aunque hayan sido numéricamente superiores y con grandes tecnologías por aire, mar y tierra. En Vietnam mordieron el polvo y aún lloran esa odisea fallida. Remember the Álamo, gritan en otras guerras para recordar cuando mi general Santa Anna liquidaba a los usurpadores texanos, a todos ellos que se habían apoderado de ese cuartel sin pedir permiso.

Poco tiempo después, una mañana Sam Houston lo cachó crudo y con las manos en la masa, durmiendo con una indígena mexicana y lo apañó y cambió el curso de la historia, para perder Texas forever and ever. Esa ocasión, cuando Santa Anna fue apresado, a un gringo le llamó la atención que movía la mandíbula a lo güey. El gringo se le acercó y le preguntó qué cosa era eso que mascaba, era un chicle que mi general extraía del árbol del chicozapote, y estos, muy listos para la mercadotecnia, se lo copiaron como chinos y lo lanzaron al mundo bajo el nombre de Adams, y así inmortalizaron el famoso chicles Adams.

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