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Menes

Cuando los griegos dominaban Egipto un sacerdote de Egipto llamado Manetón presionado por los nuevos amos griegos en 280 a.C. escribió en griego una historia de Egipto, sin embargo el país posterior al 3000 a.C. ya era histórico, contaba con jeroglíficos que nadie entendía. Del escrito quedaron en fragmentos largas listas de gobernantes egipcios. En 1799 el ejército francés encontró la piedra de roseta con una inscripción egipcia traducida a una lengua conocida. Así en 1820 se penetró al secreto de los jeroglíficos y lentamente todas las inscripciones fueron leídas y la historia egipcia se conoció con amplitud. La lista de gobernantes comienza con Menes el unificador del Alto y el Bajo Egipto, pero, derivado del hecho de que los reyes solían adoptar nuevos nombres cuando subían al trono y que existen referencias a un rey llamado Nármer que aparece primero con la corona del gobierno del Alto Egipto y luego con la corona del Bajo Egipto, hay posibilidad de que Nármer y Menes no sean sino nombres alternativos de la misma persona (tal costumbre egipcia perdura, a través de los siglos, con los papas ortodoxos cristianos coptos y con los reyes vaticanos, el último (el 266) antes de ser ungido se llamaba Jorge Mario Bergoglio y hoy es Francisco) Menes fue rey de todo Egipto hacia el 3,100 a.C. a finales de la prehistoria egipcia. Antes de Menes importantes migraciones asiáticas llegaron hacia la exuberante fertilidad del Nilo, trayendo consigo ciertas técnicas arquitectónicas y artísticas, el concepto de escritura procedente de la civilización del Tigris y del Éufrates y una tradición bélica y conquistadora que no existía entre los pacíficos egipcios de tiempos primitivos. Según Manetón, Menes había nacido en la ciudad de Tinis (o Tine), situada en el Alto Egipto, construyó una nueva ciudad a unas 15 millas al sur del extremo del delta. Más adelante la ciudad se llamó Menfe, por lo que el lugar llegó a ser conocido por los griegos como Menfis, nombre que habría de conservar, Menfis siguió siendo importante ciudad egipcia durante 3,500 años, y buena parte de este período fue capital y la sede de la realeza. Las dos primeras dinastías, cuyos reyes eran nativos de Tinis, se llaman dinastías tinitas. Y el período en el que reinaron suele denominarse Arcaico, y duró del 3100 al 2680 a. C, más de cuatro siglos. Las tumbas proporcionan valiosa información acerca de la creciente importancia de Menfis, incluso en los primeros tiempos del Egipto Arcaico. Y la especial utilidad de las tumbas para el conocimiento de la historia se deriva, a su vez, de la naturaleza de la religión egipcia, originada en la caza, la suerte de encontrar un animal y matarlo, de ahí un dios animal con la esperanza de abundancia del animal en cuestión, por tal razón los dioses egipcios llevaban cabezas de halcón, chacal, ibis e incluso de hipopótamo. Con la agricultura se injerta el culto al Sol (Re o Ra. del cual muchos siglos después las tribus de judea llamaron Jehová) al asociarlo con el control del ciclo vital del río, lo que condujo de forma natural a la noción del ciclo de vida, muerte y renacimiento. Cada tarde el sol se ponía por el Oeste, y cada mañana se elevaba de nuevo. Los egipcios imaginaban al sol como un infante que aparecía por el Este, crecía con rapidez, alcanzando el pleno desarrollo a mediodía, la madurez al ir cayendo hacia el Oeste, y la vejez y la muerte al irse poniendo y desaparecer. Pero tras realizar un peligroso viaje a través de las cavernas del mundo subterráneo, volvía a aparecer por el Este, a la mañana siguiente, con el aspecto fresco y joven de un muchacho, renovando así su vida. Era natural que se llegase a asociar estos ciclos a la humanidad. Muy pocos aceptan la muerte, y a casi todos nos gustaría que la vida continuase de alguna manera más allá de la muerte, o que se «reavivase» después de morir como sucede con el trigo y con Osiris. Los egipcios conservaban cuidadosamente los diferentes rituales, plegarias, himnos y cánticos que debían ser repetidos o cantados si se quería garantizar la supervivencia del alma después de la muerte. Los rituales se acumularon por siglos hasta la fecha, las misas en esencia provenían de tiempos arcaicos y predinásticos. Un documento que contiene una lista de estas fórmulas —una recopilación más bien heterogénea, sin una interrelación o un orden mucho mayor que el que puede hallarse en el Libro de los Salmos de la Biblia— fue publicado en 1842 por el egiptólogo alemán Karl Richard Lepsius. El escrito le había sido vendido por un individuo que lo había encontrado mientras saqueaba una vieja tumba. El documento se suele denominar el Libro de los Muertos y su parte principal es una lista de fórmulas y encantamientos para que el alma alcance y atraviese sana y salva la gran sala del juicio. Si era absuelta de todo mal (y la idea egipcia del bien y del mal se parece mucho a la de cualquier hombre honrado de hoy día), podía entrar en la gloria eterna, Amé

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