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Antecedentes de la existencia

La vida por su parte, pertenece a las cosas en si mismas buenas y agradables, porque es algo definido y lo definido es la naturaleza del bien. Si, pues, la vida es por si misma buena y agradable (lo cual se comprueba por el hecho de todos la desean, y sobre todo los justos y felices, para quienes la vida es lo más apreciable, y la existencia la más felíz, si el que ve siente que ve, y el que oye que oye, el que anda que anda, y en los demás actos por semejante manera hay una facultad por la que somos conscientes de nuestros actos, de suerte que cuando percibimos, percibimos que percibimos, y cuando pensamos, que pensamos; si por el hecho que percibimos o pensamos sabemos que somos (como quiera que el existir lo hemos definido como sensación o pensamiento) Lo anterior lo dejó escrito Aristóteles (384-322) en el siglo IV ac en Ética Nicomaquea, libro IX, 1170a. Agustin de Hipona siete siglos después sostiene que la mente, mientras que duda, es consciente de si misma: si me engaño existo (Si enim fallor, sum) Como la percepción del mundo exterior puede conducir al error, el camino a la certeza es la interioridad (in interiore homine habitat veritas) que por un proceso de iluminación se encuentra con las verdades eternas y con el mismo Dios que, según él, está en lo más íntimo de uno mismo. Seis siglos después Avicena (980-1037) planteó el conocimiento indudable de la propia existencia, en una de sus grandes obras, Kitab-al-isharat wa-I-tanbihat (libro de las orientaciones y las advertencias) precede al cogito cartesiano, cuando expone que un hombre suspendido en el aire aislado, sin ningún contacto con nada, ni siquiera su propio cuerpo, sin ver, ni oir, afirmará sin duda alguna que existe e intuirá su propio ser. San Anselmo (1033-1109) poco mas de medio siglo después presenta su argumento ontológico: Luego quien piensa en Dios, aunque sea para negar su existencia, no puede más que afirmarla. Cuatro siglos después Gomez Pereira (1500-1558?) nos dice: Conozco que yo conozco algo. Todo lo que conoce es: Luego yo soy (Nosco me aliquid noscere: at quidquid noscit, est: ergo ego sum) Un siglo después Descartes implanta Pienso luego existo (cogito ergo sum) pero no significa que existo porque pienso, ya que dudo de que pienso. Es decir, puedo dudar de que pienso, pero no puedo dudar de que dudo, y esta es la primera verdad cartesiana que da lugar al racionalismo que acentúa el papel de la razón, la facultad del ser humano de pensar, de adquirir conocimiento. 

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