Hace varios años, entrenando en el campo Huilango 1, conocí a don Pau, un viejo vigilante del campo. Había sido el custodio de las canchas durante casi 40 años. Vivía solo en un cuarto debajo de las gradas.
Sin familia humana, su mayor tesoro era una manada de gatos que vivían con él. Sus noches eran una miríada de estrellas y de ojos gatunos brillando en la oscuridad
Fui conociendo a la “mafia” gatuna y desde ese momento supe que si me metía a rescatar gatitos y perros era como caer en la droga por su adicción a amarlos y protegerlos.
A principios del año pasado murió don Pau siendo algunos de sus amigos, quienes lo acompañamos al cementerio, su última morada.
En el campo, en el cuarto donde vivía quedaron los michis hasta que los lanzaron fuera de ahí y quedaron condenados a vivir en el monte.
Ahí siguen:
Se trata de un matriarcado, donde las hembras protegen a los pequeños de todo: perros, humanos, víboras y de cualquier agresor. Solo uno que otro tlacuache, ahora les dicen zarigüeyas, convive con ellos previo permiso de habitar al lado de los felinos.
Y me volví adicto a los michis. Comencé llevándoles comida una vez a la semana, luego dos veces a la semana y ahora cada tercer día.
Mi labor es discreta, solo apoyado por mi esposa e hijos. Encontré en ayudarlos una terapia excelente a mi atribulado corazón y lo seguiré haciendo mientras el cuerpo lo permita.
Ver sus maravillosos ojos, sus diferentes colores, sus rasgos que los distinguen unos de otros y sentir sus expresiones de amor hacia este humano, es mi mayor recompensa.
En este trayecto de amar, proteger y darles lo que más necesitan que es amor he conocido principalmente a mujeres y hombres que desde hace años realizan una labor titánica, silenciosa y con todo el amor de su corazón para rescatar, darles salud, esterilizar y encontrarles una familia donde puedan vivir definitivamente.
Cada quien lucha en su trinchera. Algunos y algunas se dedican a rescatar y salvar perros y unos más gatos, así como esporádicamente otros atienden ardillas atrás de Aurrerá de la avenida 11 o mapaches en Santa Margarita.
Hay quienes los consideran fauna nociva y los envenenan, matan, torturan y buscan exterminarlos.
Por fortuna ya existen leyes federales que castigan con cárcel el crimen y tortura de animalitos y las penas se van a endurecer más. Asi es que si usted sabe de algún asesino de mascotas, denúncielo.
Pero en los gatitos, existen dos enfermedades que son su sentencia de muerte: la leucemia y el sida.
Ambas no tienen cura, las investigaciones avanzan muy lentamente para combatir o al menos controlar estas enfermedades que son el exterminio de manadas completas.
Es lamentable rescatar a muchos, recuperados en salud, esterilizados y darles un hogar para meses después verlos morir ciegos, asfixiados, por infartos y con un sufrimiento terrible víctimas de estas enfermedades ante la impotencia de quienes los amamos.
Lo peor es que ningún veterinario tiene a la mano tratamientos paliativos para ayudar a los michis con leucemia y/o sida.
Aparte de ser abandonados en las calles por humanos crueles enfrentan la muerte terrible que les provocan estos males. Además, son altamente contagiosas y mortales para los gatitos que convivan con ellos.
A veces me pregunto: ¿Existe un dios tan cruel que permite que nazcan gatitos para que tengan una muerte terrible?