Córdoba, Ver.- Así titule una fotografía donde dos seres humanos, uno adulto y otro joven, este último estudiante de Derecho de la Universidad Veracruzana, fueron quemados vivos por un pueblo enardecido, sediento de sangre, de muerte y al mismo tiempo feliz con su macabra diversión necrófila.
Y vino a la mente aquella película que vi en una sala de cine que se llama Canoa, que narra un hecho real sobre un grupo de jóvenes que acudieron a acampar a ese poblado del estado de Puebla, San Miguel Canoa. Un pueblo donde el fanatismo religioso inducido por un sacerdote y el odio a la corriente comunista que en ese entonces crecía, provocó que masacraran a esos jóvenes.
Pero lo que más recordé fue aquella serie de películas que interpretó el conocido actor Mel Gibson, conocidas como Mad Max.
En esas películas, futuristas cuando fueron estrenadas en las salas de cine, se narra una historia de barbarie, de hordas en estado casi salvaje luchando por la gasolina, de grupos delincuenciales asaltando, asesinando y vejando a inocentes en las carreteras, se narra un escenario mundial donde los combustibles para vehículos eran el oro y forma de trueque. Quien tenía gasolina era el rey. ¿Encuentra usted alguna similitud con las bandas de chupaductos que en Puebla ya son legión y dominan pueblos enteros al grado de enfrentar a la Marina y Ejército descaradamente? ¿Encuentra usted similitud en la ola de asaltos, robos, asesinatos y violaciones que bandas de delincuentes cometen en la cumbre desde Acultzingo y Maltrata hacia arriba en contra de choferes de cargueros y familias que viajan por esa sinuosa carretera, sin que militares, federales o policías estatales puedan contener a esa bola de asesinos? ¿Se le hace ya común leer noticias de este tipo? Pues aquellas películas entonces predijeron lo que estamos viviendo el día de hoy.
Hemos llegado a ser testigos de escenas de homicidios de todo tipo difundidos en las redes sociales que no tienen control alguno. Somos testigos de masacres y ahora testigos virtuales de cientos de hombres, mujeres y niños que disfrutaron, grabaron videos inclusive hasta mostraron alegría, corearon y difundieron un doble asesinato de lo más atroz. Una apología de un doble asesinato. Un doble crimen con tortura a fuego que muestra el grado de ignorancia y salvajismo. Y me acordé de Trump. Con ese doble crimen, difundido por millones de mexicanos en video, le confirmamos al presidente de los Estados Unidos de América que somos un pueblo salvaje donde viven miles de asesinos.
Este es nuestro hábitat en el que vivimos todos, adultos, ancianos, jóvenes y los niños a quienes hemos enseñado a no tener principios ni valores y solo se nutren de basura en la internet. ¿O acaso bebemos sabiduría y espiritualidad de las redes sociales?