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Sin independencia económica no hay independencia política

Las observaciones de lo que ocurre en México deben decirse sin rodeos. Lo que nos cuentan no es lo que explica por qué nuestro país está enderezando su destino. Mientras muchos discursos se quedan atrapados en la superficie hay señales profundas, sociales, económicas y geopolíticas que muestran un México que está cambiando las reglas del juego, bajo López Obrador y Sheinbaum Pardo. Sorprende que este cambio no se entienda porque nadie quiere que lo entiendas. Lo que llama la atención y debe decirse claro es que detrás de las cifras y los discursos México ejecuta un rediseño económico profundo que pocos realmente lo han comprendido.  Cualquiera que posea nociones elementales de Economía Política conoce de economías que parecían atrapadas sin salida en ciclos de dependencia y ahora es fácil observar que a diferencia de lo que comentan los medios nacionales e internacionales, la “cuatro T” no surgió como un experimento improvisado, ni como un simple giro político, fue la respuesta acumulada a un modelo que había desgastado amplios sectores del país y que ya no podía sostenerse sin consecuencias sociales explosivas, lo que definió el cambio no fue una consigna ideológica, sino, un cambio estructural. México empezó a recuperar el control sobre su propio destino económico. Comenzando por las áreas donde históricamente había cedido demasiada influencia. De esto no se habló lo suficiente, no porque fuera irrelevante, sino precisamente porque su importancia era enorme. Algunos solo veían un cambio administrativo y no las señales de una reconfiguración nacional. Un claro indicador fue la manera en que la inversión pública volvió a jugar un papel central. Los que solo miran los mercados olvidan que infraestructura crea poder y México decidió apostar por la infraestructura estratégica, energética, logística e industrial, después de décadas de dejarla en manos externas. Esta decisión, que para algunos parecía anacrónica, en realidad era profundamente moderna, alineada con las conclusiones que hoy sostienen economistas de renombre global, los países que logran avanzar no son los que dependen ciegamente del capital extranjero, sino los que combinan inversión global con un núcleo interno fuerte y soberano. Pero lo más interesante fue como este proyecto transformó el mapa político. Con la “cuatro T” México comenzó a dirigir recursos hacia zonas que habían sido históricamente ignoradas. Y cuando un país decide invertir donde nunca se invirtió, los resultados no son solo económicos, son culturales, sociales y, sobre todo, políticos. Es ahí donde se entiende la dimensión real de este proceso, la redistribución territorial. del. desarrollo no solo mejora carreteras, puertos o ferrocarriles, modifica quien tiene poder y quien ya no lo tiene. Algo similar se observa en el manejo del sector energético, particularmente con Pemex y CFE. Muchos analistas no entendieron por qué un país quería recuperar el control de su energía en plena era globalizada. Pero la respuesta, una vez que se observa el panorama completo, es evidente que sin energía propia no hay desarrollo propio y México está enviando una señal clara al mundo, no delegaría su seguridad energética. a. Intereses privados o extranjeros. Esa decisión, fortalece la autonomía económica del país y reduce vulnerabilidades históricas que rara vez se explican al público. (fjchr27112025)

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