Pocos personajes hay en la historia de México (lo que no es poco decir), que aquel legendario hombre que fue presidente de este país tantas veces cuantas quiso, que hizo del mismo lo que quiso y que se convirtió en paradigma de muchos otros que en estos últimos años y en estos lares ha habido. Su nombre, muy abreviado pero suficiente, es Santa Anna.
La vida de este singular político abarca episodios muy importantes en la vida de México: el fin de la Colonia, la Independencia, el primero y segundo Imperio y la primera y la segunda República, con la Reforma incluida. Y tan especial es su figura que ha servido, no solo como modelo para otros tantos, sino como inspiración para múltiples trabajos, psicológicos, históricos y literarios.
Una de estas creaciones, verdaderamente ejemplar, es la novela histórica cuyo título, (tomado de la inspiración de Enrique Krauze) lo retrata a la perfección: El seductor de la patria (1999), de la autoría de Enrique Serna.
La novela histórica, que junto con Ángeles del abismo (2004) le han valido a su autor el VIII premio Jorge Ibargüengoitia de Literatura, de la Universidad de Guanajuato, es un retrato genialmente logrado. No solo por el acucioso y tenaz esfuerzo que significó la investigación entre tantos documentos, sino por la versatilidad, destreza y sabrosura con que Serna lo pinta de cabo a rabo: figura, alma, espíritu, sentimientos, ambiciones, vicios, fortalezas, astucias y debilidades que permiten ver su rostro y sus acciones como manifestación plena de quien hizo de México lo que él mismo confiesa: una cualquiera.
Santa Ana es el taimado conquistador de una patria que, en su búsqueda de una identidad, cae en sus manos [como en las de otros] una y otra vez, así como una y otra vez es desairada y sacrificada en aras de sus propias ambiciones de poder: «En las contiendas civiles que me tocó vivir —dice Santa Ana—, ninguno de los bandos en pugna buscaba el bienestar de la patria» (191), «La política es el arte de comprar y vender favores. Un político tiene poder, o bien cuando los demás le deben muchos favores o cuando está en disposición de hacerlos» (103); «en el ejército y en la burocracia solo puede hacer carrera quien sepa cómo se mueven los hilos del poder» (50).
Los intereses de la patria, simple y llanamente no cuentan ni contaron para ninguno: «Bajo el sistema centralista, la concentración del poder solo engordaba a los agiotistas, al clero, a los empleados públicos… Pero el federalismo era una calamidad mayor… Conocí muy bien a los liberales puros… y te aseguro que no eran gente de fiar. Patriotas de oficio, parásitos del erario, rastreros de pitanza, querían los bienes de la iglesia para enriquecerse con ellos, mientras la nación se disgregaba en islotes ingobernables. Por eso yo trataba de mantenerme neutral, aplicando la política de palo a la burra blanca y palo a la burra negra» (191s). Y las siguientes frases por sí solas valen para retratar al protagonista: «Yo jamás traicioné mis convicciones por la simple y sencilla razón de que nunca las tuve» (195) y, al referirse a Guadalupe Victoria: «Pobre Guadalupe: su fama de tarugo es una prueba de que en este país nadie aprecia la honestidad. Más vale tener fama de cabrón, para que nadie se burle de uno» (133).
El final de su vida, como el de sus émulos, casi se puede predecir a partir de su actuación: solo, medio ciego, sin dinero, orgulloso, enfermo: «Yo quería terminar así, como los héroes de las grandes óperas… Ya soy ese monigote grotesco y me temo que no abandonaré el escenario hasta que el Señor termine de humillar mi soberbia» (499).
Muere en 1876 después de dictar su última confesión: «Soy un miserable… Traté a la patria como si fuera una p…, le quité el pan y el sustento, me enriquecí con su miseria y su dolor… Pero es la verdad. México y su pueblo siempre me han valido madre».
Al otorgarle el premio, el jurado expresó que Enrique Serna «Destaca su habilidad narrativa con una perspectiva crítica y mordaz, un uso ágil del lenguaje, el ejercicio de distintos matices del humor y el interés por los absurdos de la vida cotidiana. Los oscuros entresijos del ser humano y la descripción de los cuadros humanos en sus esferas sociales, culturales e históricas».
Una novela y un autor que son imprescindibles.
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