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Septología

«Y me veo de pie, mirando el cuadro con las dos rayas, una morada y otra marrón, que se cruzan en el medio […] y una bala de luz azul se incrusta en mi frente y estalla y digo vertiginosamente para mis adentros Ora pro nobis peccatoribus nunc et in hora», y entre ambas frases están escritas 788 páginas de la novela Septología que escribió, sin un solo punto, Jon Fosse, el noruego Premio Nobel de Literatura 2023.

Podría parecer (o lo es…), un impresionante reto para cualquier lector. Porque, entre esas dos frases hay una trilogía en la que Fosse recrea la vida y el destino de dos protagonistas: Asle y Asle (el Tocayo), que son dos y a la vez una sola persona, diferenciadas por la ruta y el fin que tuvieron sus respectivas vidas.

Este doble protagonista Asle va acompañado de muy pocos personajes: la amada Ales, de quien se enamoró siendo jovencito y con quien tuvo a su hijo Niño, después de dos relaciones fracasadas: Liv y Siv, quien lo abandonó con dos hijos: Niño Chico e Hija. Está también Alida, una hermana tempranamente fallecida, un vecino amigo Äsleik y su hermana Guro (a quien regala una pintura cada Navidad); otro amigo, Beyer, en cuya galería vende sus pinturas, y Brage, un perro que compulsivamente orina la nieve, más unos pocos personajes secundarios que eventualmente aparecen y desaparecen de su vida.

Asle es un buen pintor que, tras aprender de un maestro lo que bien pudo enseñarle, abandona la escuela de Artes y dedica su vida a llenar lienzos con óleo solo con sus dotes naturales de artista. Su novia Ales también abandona la escuela y elige la creación de iconos, que no le proporcionan ningún medio para enfrentar sus necesidades. Con Ales es feliz. Son dos adolescentes enamorados e inocentes que luchan en una ciudad que vuelve crueles a sus habitantes, especialmente con quienes son distintos, originales y libres. Pero la felicidad que ha encontrado con Ales en su juventud, y con quien ha compartido pobrezas y dificultades para sobrevivir con sus módicos recursos, esa felicidad se enfrenta y cae rendida, destrozada, ante una ausencia que le origina un permanente dolor, una tenaz nostalgia que mina su espíritu. Y así, solo acompañado de su perro y esporádicamente de su amigo Äsleik, el primer Asle cae en el alcoholismo que lo lleva, no solo a abandonar su arte y modo de subsistencia, sino a un fatídico delirium tremens que acabará con las escasas fuerzas que tenía para vivir, mientras que Asle (el Tocayo) logra tener tiempo para reflexionar sobre los dos caminos que pudo elegir.

Es en el tercer libro de Septología en donde los dos Asles se encuentran y se explayan sobre esas dos opciones que el hombre tiene ante su existencia y su destino. Y cada uno tiene finales diferentes. Un Asle vence el alcoholismo y, sentado frente a su ventana, observa con fijeza un punto del fiordo Signe y revive cada escena de su vida y da cuenta del porqué de su situación actual, el otro es el pintor alcohólico, desahuciado en un hospital, en donde ni siquiera su amigo lo puede visitar.

Ahí, en ese tercer libro, Fosse aborda con más profundidad temas genuinamente humanos: el amor, la amistad, el imparable paso del tiempo, la soledad y el enigma de la muerte y la trascendencia del hombre, su oscuridad y luminosidad. Sus reflexiones, que implican al segundo Asle y a su buen amigo y vecino Äsleik, (págs. 640-648), giran en torno al pensamiento del filósofo Eckhart, el teólogo dominico de la mística occidental quien fue condenado por hereje por la Inquisición y rehabilitado por el papa Ratzinger.

Septología, esta impresionante obra de Fosse, está compuesta de tres libros: El otro nombre (I y II), Yo es otro (III, IV y V), y Un nuevo nombre (VI y VII). En cada uno narra reiteradamente los episodios que han marcado la existencia de ambos Asles, todos inician con reflexiones sobre la enigmática pintura de las dos rayas y todos terminan con el rezo de una oración, a veces en latín, a veces en su traducción.

La novela está escrita con un muy singular estilo, con narrador y personajes que cambian constantemente y sin aviso, con innumerables repeticiones (digo, dices, dice, dicen, pienso, piensas, parece, y, etc.), que le exigen al lector dejarse llevar, dejar que la consciencia fluya, se explaye, evoque, recuerde (saque de su corazón) y explique cada suceso de sus vidas, reviva las emociones de cada momento y, con la libertad interior de que goza, tome la decisión vital que definirá su destino.   

grdgg@live.com.mx

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